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20 de agosto de 2025

Había dejado el fútbol para ser crupier del casino, pero un llamado de Independiente cambió su vida y se convirtió en una leyenda del deporte

El Chivo Pavoni fue el eterno capitán del Rojo más glorioso: conquistó cinco Libertadores y se retiró con 12 títulos en 12 años, pero antes de dejar Uruguay había encontrado trabajo en un casino

Ricardo estaba desorientado. Su vida estaba a punto de cambiar de un plumazo en medio de aquella madrugada pero él no podía pensar con claridad. Hasta hacía algunas horas, estaba repartiendo las fichas del casino uruguayo y el fútbol era simplemente una changa. Lo apasionaba, pero para mantener la familia no alcanzaba. Un dirigente se acercó hasta el bar donde paraba después del trabajo y le dijo una frase que hoy recuerda con claridad: “Te espero mañana a las 8 de la mañana en el aeropuerto porque te compró Independiente”.

— “Pediles un millón de pesos”

El que habla en una cálida mañana veraniega ya es el Chivo. Todo aquel que camina por las entrañas del predio del Rojo lo saluda con cariño. Le hace un chiste a un empleado del lugar, le pregunta por la salud de un familiar a otro y abre las puertas de Villa Domínico para buscar un lugar donde contar su historia. Símbolo de Independiente, jugó 12 años y alzó 12 títulos: fue referente en cinco de las siete Copa Libertadores que aún hoy relucen en la institución más ganadora del continente. Las equivalencias entre un gloria del ayer y del presente son casi inexistentes. Fue un símbolo; es una leyenda viva. ¿Pero cómo era ser una estrella del fútbol hace medio siglo?

— Era crupier del casino. Significa que tenés que levantar las fichas, contar las fichas, ponerlas en el lugar que corresponde. El casino iba por todos los clubes y un muchacho tenía dos mesas representando al casino.

— ¿Y cuando viniste a Independiente le pediste el millón al final?

— Ahí le pedí el millón. Sande (el presidente) Me dijo: “No, ni loco, porque esa plata no la gana ni Hacha Brava Navarro –que era Gardel–, ni el Negro Rolan –que era la guitarra de Gardel–“. Y yo le dije cuánto me ofrecen. Me ofrecieron menos. La cuestión es que arreglé en 40 mil pesos o una cosa así. ¡Que igual era un disparate! Acepté y ahí arranqué. Lo que sí le pregunté fue dónde vivir. Entonces me fui a vivir a la vuelta de la sede. Había un hotelito que paraban todos. Estaban (Héctor) Zerrillo, el

— ¿Qué coche te compraste?

— Un Fiat 600, cero kilómetro. Éramos muy amigos de un empresario, Blanco Hermanos, que tenía una agencia muy grande en Constitución y era hincha de fanático de Independiente. Yo más o menos ya era conocido. Uno de los empleados venía y charlaba con nosotros, hacía asado, íbamos a almorzar a la casa. Un día salió eso, y le dije mañana por ahí aparezco para comprar un coche. Ahí compraban los coches la mayoría de los jugadores de Primera División. Y venía el empleado a cobrarte, porque era por mes.

— El auto en ese momento lo tenían las grandes figuras. Hacha Brava (Navarro), — Y después de eso te convertiste en una leyenda, ¿cómo convivís con ese legado?

A los 82 años, Pavoni no se anima a definirse. No alardea de sus gestas ni camina con el pecho inflado por su casa, el predio de entrenamiento del Rojo. El Chivo fue el capitán eterno de la era dorada de Independiente en los 70 y jugó el Mundial 1974 con la selección charrúa. Aquel hombre de unos bigotes inolvidables, dueño de cada penal que pitaban a favor de Independiente y autor del gol para ganarle la tercera final del desempate a San Pablo en Santiago de Chile en 1974 hace silencio cuando se le pide recordar su mejor partido, piensa y explica sin darse cuenta con una respuesta tal vez el mecanismo que lo llevó a ser un símbolo del fútbol.

— Pero si hoy le tenés que explicar a un nene qué tipo de jugador eras, ¿qué contarías de vos?

— O sea que terminaste de jugar al fútbol y tuviste que seguir laburando...

Aquel Independiente fue predominante. El representante del país fuera de estas tierras en una época donde la selección nacional tambaleaba en su estructura. Eran contratados en el mundo para jugar amistosos y muchos fanáticos de otros clubes se acercaban a ver a la Doble Visera a un equipo que marcó una era. Con el Chivo en cancha, el Rojo le ganó finales a Peñarol de Uruguay, Universitario de Perú, Colo-Colo de Chile, San Pablo de Brasil y Unión Española de Chile. Cuatro de esos duelos definitorios llegaron a un tercer partido desempate que se desarrollaba en terreno neutral: Independiente levantó el trofeo de la Libertadores en Santiago de Chile, en Montevideo y en Asunción. “Te doy una explicación muy simple: de las cinco copas que ganamos nosotros, una sola la ganamos de local. El resto, en tercer partido y cancha visitante. Encima de la cancha visitante, como ya a Independiente le tenían fastidio porque ganaba siempre la Copa, viste cómo es... Querés que el otro equipo... Aparte, las veces que hemos ido a Montevideo, se volcaban a favor del otro equipo; de los chilenos, del que fuera. Entonces llegaba un momento en que la gente quería que perdiéramos y nosotros ganábamos todos los partidos. Por eso es una satisfacción enorme”, repasa sobre aquellas épocas triunfales.

Pavoni se vistió de rojo 502 veces y celebró 65 goles a su paso por Avellaneda, muchos de ellos como dueño absoluto de los penales. Ganó cinco Libertadores, pero también una Intercontinental, tres Interamericanas y otro puñado de títulos locales. Un día, decidió apagar la luz de su historia aunque nunca se fue muy lejos: estuvo en inferiores, fue DT interino con Pancho Sá en la Sudamericana 2010, ayudante de campo de Leandro Stillitano en Reserva en 2019 y aún hoy es captador.

— Tomo la decisión en el año 76. Ahí ya tenía pensado largar. Ya estaba en cierta manera cansado. Me costaba hacer un montón de cosas, me costaba venir a los entrenamientos. Hablé con la gente del club y preferí largar. Me agradecieron por todo, me dijeron que iban a hacer un partido, que nunca lo hicieron, pero no importa eso...

— Empecé a trabajar en el banco...

— (se ríe) Banco Federal... Un día caminando por el centro me encuentro con un amigo y no sé qué le pregunté. Y me dijo por qué no entrás en el banco, una cosa así. Yo pensé que me hablaba de ir a ser cliente del banco. Le dije que quería trabajar. Yo me había retirado, pero estuve un año y pico ahí sin saber bien qué hacer. Fue difícil esa etapa. Extrañas mucho, te da mucha vuelta la cabeza. Yo me retiro con todos los honores dentro del club y hacer cosas que salgan mal me iban a perjudicar. ¿Hacer qué? Tenía 32 o 33 años.

— Sí, pensando qué es lo que iba a hacer. Entonces cuando me encuentro con este amigo me quedó la duda. Acepté y empecé a trabajar en el banco en la parte de cheques. Con el tiempo, en un par de meses, como me conocían por intermedio del fútbol, entré a trabajar en la Comisión Gremial del banco. El trabajo era distinto, era ser representativo para el banco en todas las reuniones. Y ahí me empecé a soltar un poco más con respecto a mi persona, a sacarme el chip de futbolista. El banco me ayudó muchísimo en ese sentido.

— Unos cuantos años, como siete u ocho años. También había arrancado a trabajar en las inferiores a la mañana y hacía el doble. Trabajábamos con Pepé (Santoro). Iba a la mañana y al mediodía salía de ahí, me iba al banco directamente. O sea que venía acá de traje, corbata, me bañaba y me iba al banco.

— ¿Esa época fue que decidiste ponerte el famoso entretejido que terminaste haciendo publicidades?

 

— ¿Es el pelo de la foto icónica que estás con las Copas?

Chivo camino lento pero seguro, con firmeza. Como buen anfitrión, nos acompaña hasta la salida. Saluda otra vez a unos empleados, hace otros chistes y comenta que está organizando una comida con unos amigos. Cada mañana aparece por el predio de Independiente para seguir echando las raíces de la historia del club a los más pibes. Mientras se frota las manos para combatir al frío, comenta al pasar: “Nuestros compañeros nos dicen muchas veces, ¿para qué vienen con este frío a su edad?“.

— Es mi casa, vengo de memoria. Acá no tengo ningún drama. Me gusta venir, esta es mi casa. Lo he soñado. Cuando dejé de jugar al fútbol, uno lo pensaba... Estás en tu casa, estás cómodo. No tenés drama. Es muy importante el respeto de la gente, es fundamental. Estuve una etapa trabajando en otro club, me habían dado la posibilidad. No es que no me haya gustado ni nada por el estilo, pero no me encontraba. Esta es mi casa.

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